Víctor M. Badra
Para muchas personas, la búsqueda de sus orígenes es una de las inquietudes
más frecuentes y comunes a lo largo de su vida. Si se trata además, de alguien
vinculado firmemente a una ciudad y a una cultura, esta búsqueda de raíces
adopta de repente un sentido mucho más lógico. Martin Scorsese y Nueva York son
dos conceptos difícilmente separables. La ciudad que lo vio nacer, y en la que
ha desarrollado toda su vida y la mayor parte de su carrera profesional, es en
muchas de sus obras el escenario de fondo que actúa como un personaje más
dentro de unas historias caracterizadas por la presencia de seres humanos
decadentes y absorbidos por una reflexión existencial sobre sus vidas y su
entorno. New York New York, La Edad de la Inocencia, Malas Calles, Taxi Driver,
Uno de los nuestros…, todas ellas comparten ese amor por la ciudad de los
rascacielos, pero esta devoción no está exenta de tintes amargos, sino que, muy
al contrario, su visión es siempre triste y desgarrada, marcada por un análisis
del comportamiento social humano que nada tiene de esperanzador u optimista.
La película Gangs of New York, que venía dando vueltas en la cabeza de
Scorsese por varios años, trata el tema de la violencia como verdadera y
genuina condición de la naturaleza humana ante la desesperación. En situaciones
límite, cualquier persona es capaz de luchar hasta la muerte por conseguir
sobrevivir en un medio que le es hostil. Scorsese defiende que esta situación
es y ha sido siempre en el fondo la misma. Las diferencias de clases, los
privilegios de unos y desdichas de otros han existido siempre, y lo cierto es
que todas las ciudades han surgido del dolor y el sufrimiento de muchas
personas, de la lucha de unos contra otros para ganarse una vida mejor. Gangs
of New York es la culminación de todas las reflexiones de Scorsese sobre la
vida en Nueva York, aunque de hecho es aplicable a cualquier otra ciudad del
mundo. El final del film, con los planos de un Sky-line modificado para
aparecer como en una postal ante el puente de Brooklyn -símbolo del primer
enlace de la ciudad con sus suburbios-, es un compendio de todas las épocas que
sucederán a la de Cutting y Vallon, y cuya culminación será el triste plano de
las Torres Gemelas imponiendo su forma en el perfil de los rascacielos, plano
que el director finalmente decidió no suprimir del metraje, puesto que, aunque
de manera involuntaria, constituye una prueba más del mensaje de la película,
un símbolo de la gente que lucha, sufre, ama y muere en la ciudad y por ella.
Martin Scorsese vuelve a demostrar en Gangs of New York su gran talento
como director. Scorsese sabe encontrar la forma justa en cada una de las
escenas del film. Así, las escenas de Five Points están realizadas con un
estilo seco y con un montaje y una realización que imprimen un ritmo
vertiginoso y reflejan la violencia del entorno con una planificación muy
cerrada y agobiante, que aún violenta más una realidad ya de por sí muy cruda.
No obstante, la cámara no toma mucho partido en la acción, y es que esto, como
sabe el director, aquí no es necesario, pues la realidad se expresa por sí
sola, y las imágenes no necesitan del poder expresivo de la cámara para
reflejar un mundo ya de por sí terriblemente violento. Por otro lado, el estilo
de La edad de la Inocencia, con largos planos en movimiento y colores cálidos y
suaves que hipnotizan al espectador por su belleza, se vuelve a ver en las escenas
que muestran la vida de las altas clases sociales, y esto refleja sin duda una
languidez que nada tiene que ver con la brutal existencia de sus vecinos. Por
último, la escena de la revuelta final contra las fuerzas del orden está rodada
con un estilo casi documental, en clara voluntad de indicarle al espectador que
eso es aún más serio, pues así es cómo en realidad sucedió y esto es algo que
nadie debería olvidar.
Los personajes de Gangs of New York, fueron en su mayoría inspirados en
personas retratadas en el libro de Herbert Ashbury; Gangs of New
York, como la
cruel Hell-Cat Maggie, McGloin o Los Chicos del Amanecer. Pero es sin duda el
mismo Billy Cutting quien se lleva el gran premio, no sólo por la perfecta
interpretación de Daniel Day-Lewis, quien arrasa con todo y con todos y se
erige en centro indiscutible del film, sino por la misma caracterización del
personaje, patriota xenófobo y racista, aún olvidando sus propios orígenes,
pero tras el cual se vislumbra una humanidad y una justificación moral que
contrasta violentamente con su lado más perverso y cruel. Cutting es un ser
humano, ante todo, no es un monstruo, y esta dualidad, lejos de mostrarse
postiza e irreal, consigue que entendamos la verdadera motivación de tan
salvaje actitud ante el mundo. - El miedo me hace sobrevivir- le dice Cutting a
Amsterdam, y el miedo es sin duda el origen humano de la violencia como
defensa. Cutting muere, al igual que en el libro, defendiendo su honor,
"como un auténtico americano", patriotismo ligado al amor a una
tierra que nada le ha dado y por la que en el fondo, nadie merece perder su
vida.
Rodeado de unos profesionales excelentes, de los que destacan su montadora
habitual Thelma Shoonmaker, quien vuelve a realizar un trabajo de impecable
perfección artística y técnica; la música de Howard Shore, uno de los mejores
compositores actuales con dos de las bandas sonoras originales más importantes
de los últimos años, la presente y El señor de los anillos; la colaboración
musical de Bono y de Peter Gabriel, componiendo en el primer caso la
conmovedora canción original para los créditos, que no aparece hasta el final
de la cinta; la impresionante puesta en escena del diseñador de producción
Dante Ferretti, antiguo colaborador de monstruos como Fellini, Pasolini, Marco
Ferreri y otros grandes, y para la que se construyeron enormes decorados en los
estudios de Cinecittá en Roma entre los que destacaban las calles de la Nueva
York de la época; y por último, la fotografía del también habitual Michael
Ballhaus, otro de los posibles triunfadores de la próxima edición de los
premios de la Academia, nueva muestra de su gran talento como profesional de la
iluminación y el encuadre.
Gangs of New York es ya una gran obra. Dicen que las buenas creaciones
mejoran con los años y en este caso, es seguro que el tiempo hará que la
película se consagre como una de las mejores dentro de la carrera de un
director que, esperemos, nos deleite con muchas más creaciones que nos hagan
disfrutar y reflexionar al nivel de lo que consigue el buen cine.