Dice Roger Ebert: "That Scorsese finds the rejection more painful than the murders is fascinating, because it helps to explain Travis Bickle" .
Una de las escenas más devastadoras de toda la película
es la llamada telefónica de Travis a Betsy. Curiosamente, no presenta ni una
gota de sangre sino gira entorno a la eterna soledad a la que está destinada Travis. En su sincero y absoluto desconocimiento de algo mejor, Travis lleva
Betsy en su primera cita a ver una “película sucia”. Naturalmente, Betsy
sale ofendida decidida a no verlo más. Travis, queriendo ofrecer una disculpa
genuina, llama a Betsy. La escena se presenta en un plano medio con Travis de espalda a la cámara. Oímos
únicamente la voz de Travis pero podemos rellenar los vacíos con facilidad. Como
es de esperarse, Betsy lo rechaza. Es tan doloroso de observar que la cámara hace
un paneo a la derecha y deja la toma fija en un pasillo largo, vacío, distante,
solitario, que evoca a un pasillo de hospital, mientras se escucha la voz de
Travis preguntándole a Betsy por las flores que le envió, insistiendo en conseguir
una nueva oportunidad para volverla a ver.
La película tarda alrededor de 1 hora 10 minutos para
mostrar las primeras gotas de sangre: la muerte del ladrón en la tienda a manos
de Travis. Y una vez que aparece la
sangre, no hay vuelta atrás. En una de las secuencias finales vemos a Travis
dispararle a Sport en la acera. Luego, se sienta en las escaleras del edificio
como tomando la decisión de entrar o no, y finalmente lo hace. Entra y le vuela
los dedos al pimp que cobra por las
habitaciones. La sangre sale a chorros. Tal como dijo el compañero de Betsy de
la campaña de Palantine: “La mafia hace eso todo el tiempo. Si alguien hace un
trabajo mal, te vuelan los dedos”. Y la sangre sigue saliendo. La escena
continúa hasta el cuarto donde Travis le dispara al hombre que está con Iris. Y
la sangre sigue saliendo. Todos mueren, menos Travis.
Travis, el salvador, el héroe, el asesino, el rey de su
propia mafia redentora. A ése Travis Scorsese nos lo muestra con todos los
pelos y señales, para regocijarnos junto a él en el catártico momento de su
victoria con la muerte de la escoria neoyorquina. Travis, el frustado, el
enamorado, el rechazado, el abandonado. A él no podemos verlo, no podemos acompañarlo
en su momento más bajo. No podemos hacerlo porque es tan real que duele.
Por Rebecca Perich
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