Mean Streets es mucho más que una película de gangsters, es,
de hecho, una obra maestra que presenta varios conflictos de hombres regulares
en situaciones cotidianas. Es una búsqueda desesperada por hacer “el bien”
mediante la ayuda ofrecida a un necesitado; es la locura que nace en el choque
entre la culpa y la idea de redención. En fin, No existe un solo en detalle en ese filme que
no me lleve a compararme con su protagonista, Charlie.
Desde el primer momento, Scorsese nos muestra a un hombre
que bien podría ser cualquiera de nosotros. Un tipo que vive el día a día
enfrentando todas las cotidianidades que sirven de obstáculos en su camino.
Muestra a un hombre que enfrenta intrincadas situaciones familiares y las vive
desde el paradgima de su formación cultural y religiosa, y aún así, la idea que
mueve a Charlie es la de estar bien consigo mismo a través de hacer que la vida
de otro sea “mejor”.
Podríamos comentar que es un acto de bondad desinhibido o
incluso un acto de caridad – una de las siete virtudes teologales expuestas por
San Pedro – pero en realidad dichas acciones forman parte de una batalla, si se
quiere, egocéntrica, una lucha por encontrar la redención y el perdón por los
pecados individuales a través de la ayuda a otros, un escape un tanto sencillo –pienso
-.
Siendo esta la situación de Charlie, y repito - no puedo
dejar de compararme con él – pienso que Scorsese le dio una dualidad al
personaje muy interesante, de hecho más que funcionar diría que lo propuesto
por el director es una ambigüedad rotunda que busca separar la conciencia de
Charlie o – el deber ser - y su
desarrollo en el mundo físico en el que habita – el ser -. Es decir, nuestro
protagonista está amplia y profundamente dividido en todo lo que hace, su vida
es de hecho una contradicción; podría incluso hacer referencia a un personaje
previo de Scorsese, J.R.
La situación de Charlie, su dicotomía, es claramente visible
en todas las escenas que comparte con Johnny Boy, sus acciones físicas tratan
de ayudar a Johnny pero su mente le impone una censura (nunca comentarle nada
de esto a su tío), del mismo modo Charlie se divide en la relación que tiene
con Teresa, en el mundo físico lleva una relación de pareja pseudo-romántica
pero en el mundo ideal bloquea dichas acciones por la presión que su familia
impone.
Charlie es, como vemos, un individuo dividido y la palabra
clave para definirlo es “confusión”. Interesante podría ser quizás tratar de
catalogarlo como “bueno” o como “malo” y aquí cabe una pregunta, una buena, de
esas que hacen los filósofos: ¿Somos acaso “buenos” o “malos” por actuar
siempre sumergidos en un eterno estado de confusión?.
Así mismo me atrevo a decir que la dimensión de Charlie como
personaje nos habla de mucho más que de un simple tipo en la ciudad de Nueva
York.
Este personaje magistral nos dice a gritos que todos y cada uno de
nosotros vivimos esa vida dividida, una vida en la que los paradigmas
cotidianos se enfrentan y colisionan en contra de aquello que pensamos como “lo
ideal”; una vida en la que ayudar a otros purifica los actos pecaminosos que
cometemos como individuos.
El personajes de Charlie es quizás el espejo de
Scorsese, él mismo funcionando escena tras escena como un llamado a vernos a
nosotros mismos y a reaccionar, o no, de manera que podamos obtener resultados
diferentes. Charlie es figura modelo que utiliza el director para decirnos que
estamos condenados a vivir en conflicto con nosotros mismos por siempre,
teniendo ambos momentos buenos y momentos malos.
Mean Streets es mucho más que una película de gangsters, es,
de hecho, una obra maestra que presenta nuestros conflictos, nuestras
dicotomías, nuestro pasado, presente y futuro; una obra que presenta un momento
crucial en la vida de Charlie.
José G. Bustos
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