viernes, 21 de junio de 2013

Charlie

Mean Streets es mucho más que una película de gangsters, es, de hecho, una obra maestra que presenta varios conflictos de hombres regulares en situaciones cotidianas. Es una búsqueda desesperada por hacer “el bien” mediante la ayuda ofrecida a un necesitado; es la locura que nace en el choque entre la culpa y la idea de redención. En fin,  No existe un solo en detalle en ese filme que no me lleve a compararme con su protagonista, Charlie.

Desde el primer momento, Scorsese nos muestra a un hombre que bien podría ser cualquiera de nosotros. Un tipo que vive el día a día enfrentando todas las cotidianidades que sirven de obstáculos en su camino. Muestra a un hombre que enfrenta intrincadas situaciones familiares y las vive desde el paradgima de su formación cultural y religiosa, y aún así, la idea que mueve a Charlie es la de estar bien consigo mismo a través de hacer que la vida de otro sea “mejor”.

Podríamos comentar que es un acto de bondad desinhibido o incluso un acto de caridad – una de las siete virtudes teologales expuestas por San Pedro – pero en realidad dichas acciones forman parte de una batalla, si se quiere, egocéntrica, una lucha por encontrar la redención y el perdón por los pecados individuales a través de la ayuda a otros, un escape un tanto sencillo –pienso -.

Siendo esta la situación de Charlie, y repito - no puedo dejar de compararme con él – pienso que Scorsese le dio una dualidad al personaje muy interesante, de hecho más que funcionar diría que lo propuesto por el director es una ambigüedad rotunda que busca separar la conciencia de Charlie o – el deber ser -  y su desarrollo en el mundo físico en el que habita – el ser -. Es decir, nuestro protagonista está amplia y profundamente dividido en todo lo que hace, su vida es de hecho una contradicción; podría incluso hacer referencia a un personaje previo de Scorsese, J.R.

La situación de Charlie, su dicotomía, es claramente visible en todas las escenas que comparte con Johnny Boy, sus acciones físicas tratan de ayudar a Johnny pero su mente le impone una censura (nunca comentarle nada de esto a su tío), del mismo modo Charlie se divide en la relación que tiene con Teresa, en el mundo físico lleva una relación de pareja pseudo-romántica pero en el mundo ideal bloquea dichas acciones por la presión que su familia impone.

Charlie es, como vemos, un individuo dividido y la palabra clave para definirlo es “confusión”. Interesante podría ser quizás tratar de catalogarlo como “bueno” o como “malo” y aquí cabe una pregunta, una buena, de esas que hacen los filósofos: ¿Somos acaso “buenos” o “malos” por actuar siempre sumergidos en un eterno estado de confusión?.

Así mismo me atrevo a decir que la dimensión de Charlie como personaje nos habla de mucho más que de un simple tipo en la ciudad de Nueva York. 

Este personaje magistral nos dice a gritos que todos y cada uno de nosotros vivimos esa vida dividida, una vida en la que los paradigmas cotidianos se enfrentan y colisionan en contra de aquello que pensamos como “lo ideal”; una vida en la que ayudar a otros purifica los actos pecaminosos que cometemos como individuos.

El personajes de Charlie es quizás el espejo de Scorsese, él mismo funcionando escena tras escena como un llamado a vernos a nosotros mismos y a reaccionar, o no, de manera que podamos obtener resultados diferentes. Charlie es figura modelo que utiliza el director para decirnos que estamos condenados a vivir en conflicto con nosotros mismos por siempre, teniendo ambos momentos buenos y momentos malos.


Mean Streets es mucho más que una película de gangsters, es, de hecho, una obra maestra que presenta nuestros conflictos, nuestras dicotomías, nuestro pasado, presente y futuro; una obra que presenta un momento crucial en la vida de Charlie.  

José G. Bustos

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