domingo, 26 de enero de 2014

Bringing Out The Dead




La palabra redención ha sido una constante en los filmes de Scorsese. En el caso de Frank Pierce no hay excepción, y esta búsqueda se ve reflejada a partir de que el estresante entorno laborar del protagonista engloba un aura de sufrimiento, que va haciendo sentir impotente al personaje interpretado por Nicolas Cage.

Todo el tiempo Frank está rodeado de moribundos y accidentados que dan soledad y devastación a su vida. Lo cual genera una gran desesperanza. Todo esto ocurre en un Nueva York diferente al que podemos ver en Taxi Driver, pero sigue siendo igual de sórdido y desquiciante.

Frank comienza a tener alucinaciones inquietantes por las noches lo cual recae en un desequilibrio laborar que luego se ve un poco canalizado cuando este conoce a Mary, la hija de una de las personas a quien él ha asistido.

Lo interesante de esta película es la forma como Scorsese manejó la actuación de Nicolas Cage, ya que de forma inmediata hay una conexión con la profunda e inquietante desolación del protagonista. La culpa recae en él como un juicio inalterable. El hecho de no haber salvado la vida de estos individuos hace que comience a tener alucinaciones. El desequilibrio de este personaje lo podemos relacionar con el de Travis Bickel en Taxi Driver.

En el film se siente una obsesión por llevar todo al punto más álgido de la miseria. Desde el oscuro autocastigo, la impotencia, la debilidad, y la culpa de Frank. Así como la ciudad donde vagan almas que pecan por rito y donde el realismo se combate de tú a tú con el idealismo.  

Al final siento que a diferencia de otros personajes de Martin Scorsese, la redención siempre fue una búsqueda incierta, ya que Frank solo sentía pena de sí. No había un profundo desasociego como puede percibirse en Charlie de Mean Streets, J.R de Who's That Knocking at My Door o incluso en "Teddy" de Shutter Island.

La paz llegó a él con el ultimo abrazo que le da Mary y que estéticamente tiene una luminancia que refleja lo que pudiese ser un cuadro religioso perfecto.


Shantall González. 

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