Una
vez más nos encontramos con un personaje que busca cierto tipo de redención.
Frank, nuestro protagonista, sufre por no haber podido salvar vidas
últimamente, lo que desencadena una mezcla entre su realidad y su imaginación.
Nuestro paramédico vive algo muy común de los protagonistas de Scorsese y esto
es: lidiar con la sucia ciudad de Nueva York.
Al
parecer los newyorkinos adaptados a la dureza de la ciudad lidian con ella,
pero no están para nada de acuerdo con lo que allí se vive. En medio de
violencia y escoria Frank busca dar nuevas oportunidades, renovar vidas y
cambiar personas salvándolas del límite de la muerte. Un ejemplo claro de estas
intenciones es Cy, el diller, que aparece de nuevo para recalcarle que no todo
cambio está en sus manos.
Quizás
esto es lo que atormenta a Frank saber que por más que desee redimir a alguien
no siempre está en sus manos lograrlo. Una metáfora que juega con el hecho de
que es paramédico y no siempre podrá salvar a las personas que atiende. También,
es digno de resaltar, el tratamiento de la mirada de Frank. Siempre lo
observamos cansado, con ese cierto grado de culpa y desesperación que se nos
remarca aún más con el tipo de montaje.
Otro
punto importante, es la diferencia entre María y el resto de los personajes
femeninos que figuran en los filmes de Scorsese. En esta oportunidad, no es
María la que busca o parece necesitar la redención, más bien, podría decirse
que es ella quien ayuda a redimir a Frank. Por creer y confiar en el valor de
sus palabras al momento que este atiende a su padre.
De
igual modo no existe una relación normal entre Frank y María, como suele
suceder con los personajes de Scorsese, todo este romance termina siendo más
necesidad que afecto. Un sentimiento que de por sí es enredado y que el
Italoamericano nos complica aún más, con relaciones como la existente entre
estos dos personajes.
Jeithsibel
Peña
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